Hace 8 años un turista argentino, que sufría de esquizofrenia, fue detenido y desaparecido por un capitán de la Policía y dos serenos del distrito de , tras ser intervenido cuando, descalzo, lanzaba piedras a la Bajada Armendáriz. Su único crimen fue vagar por Lima, sin dinero ni medicación para su enfermedad, pues había sido asaltado al menos dos veces en la capital y Nazca.

Pero la justicia a veces tarda, pero llega. Ayer, el Poder Judicial condenó al capitán PNP Enrique Morón Sánchez y a los exserenos de Miraflores, Linder Sandoval Salazar y Miguel Sarmiento Vega, a penas de entre 17 y 15 años de prisión por la detención y desaparición de Bruno Carlos Schell Verdaguer, ocurrido el 13 de junio de 2013.

La trágica historia de este joven estudiante de Antropología y Diseño en la Universidad de Buenos Aires, empezó en enero de ese año cuando con un amigo de primaria, ambos de 26 años, decidieron emprender un largo viaje que los llevaría por el norte argentino, Bolivia y Perú, al mismo estilo de Ernesto ‘Che’ Guevara.

Tras unas semanas de conocer paisajes hermosos ,ingresaron al Perú por la frontera con Puno. Todo iba aparentemente bien hasta que el 1 de junio Bruno escribió a su mamá, Julia Luisa Verdaguer, para contarle que le habían robado todo su dinero, la tarjeta de crédito y su pasaporte. Preocupada, la mujer le reservó pasajes y le envió un giro que nunca retiró.

EL INFIERNO

A partir de allí todo es oscuro. Se sabe que luego de haber sufrido al menos dos asaltos en Nazca y Lima, Schell fue detenido cuatro veces en una semana por el serenazgo tras ser acusado de disturbios y estado de ebriedad. Esto no sería cierto. En realidad Schell se encontraba en estado de shock, porque le habían sustraído también la medicación para el trastorno de esquizofrenia que padecía.

Al día siguiente del último contacto con el joven, la familia empezó a rastrearlo por intermedio de un primo residente en Lima. Se visitó hospitales, comisarías, morgue y otros lugares, pero nada. Diez días después viajaron los padres y su hermana Cecilia para dirigir en persona la búsqueda.

Cuando fuimos a buscarlo recorrimos las comisarías y nos dijeron que había entrado a una `comisaria del turista´ con un brote psicótico y lo echaron a patadas, seguramente. Después se lo vio en un video de una cámara de seguridad de una estación de servicio. Asumo que pedía ayuda, porque le habían robado varias veces, y por eso se fue con el patrullero. En esos días salió en un noticiero nuestra búsqueda y un hombre nos llamó, nos contó que él había llamado a la policía ese día porque vio a Bruno caminando por la costanera, sin remera (polo) y descalzo, hablando solo. Nosotros habíamos ido al Serenazgo a entregar folletos y pedirles que lo busquen y en ningún momento nos dijeron que lo habían detenido”, dijo su hermana.

Lo que ha sido probado es que el capitán de PNP Enrique Morón Sánchez y los exserenos de Miraflores, Linder Sandoval Salazar y Miguel Sarmiento Vegas intervinieron a Schell en la Bajada Armendáriz de Miraflores y luego lo llevaron al llamado ‘Salto del Frayle’, en Chorrillos, según ellos porque el argentino mismo se los pidió. Esto, para la justicia, es poco creíble porque es una operación irregular y tampoco se hizo un parte del hecho.

LAS MENTIRAS

La versión del policía afirma que Bruno fue intervenido en estado alterado, pero luego se calmó y les pidió llevarlo al restaurante ‘El salto del frayle’ porque tenía un amigo ahí. Esto ha sido negado por la familia.

Julia Verdaguer, la madre del desaparecido, falleció en marzo de este año, pero después de vivir un año entero en Perú buscando a su hijo dejó encaminada la causa que finalmente llego a juicio recientemente. Inicialmente habían incluido en la denuncia al entonces alcalde de Miraflores y hoy burgomaestre de Lima, Jorge Muñoz, pero este fue sacado del caso. La demanda demoró 8 años en llegar a una sentencia, pero los familiares de Bruno, que no se cansan de buscar su cuerpo, señalan que hay más implicados.

Vecino del barrio porteño de Belgrano, durante su aventura latinoamericana hacía malabares para juntar plata, luego de haber vendido sus pertenencias para emprender la travesía. Antes de partir, fue al hospital para que le dieran el aval para viajar y la psiquiatra le aseguró que no habría ningún riesgo, ya que no padecía crisis gracias al tratamiento que él mismo se administraba. Le dieron medicación y recetas para comprar más, y comenzó su viaje. El último viaje.

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