POR: MIGUEL RAMÍREZ / Periodista de investigación

Tuvo que pasar un año para que la iglesia católica, a través del arzobispo de Lima, Carlos Castillo, hiciera un esperado deslinde con el presidente Pedro Castillo. En su homilía por Fiestas Patrias, el religioso le pidió, sutilmente, que renunciara a su cargo como “un gesto de desprendimiento”, ante la crisis por corrupción que lo envuelve a él, a sus familiares y a su gobierno.

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Lo hizo luego de citar una carta que José de San Martín le escribió a Simón Bolívar en 1822 en la que, en un gesto abnegado, dio un paso al costado y dejó que Bolívar terminara la gesta libertadora. Cuando escuché al padre Castillo recordé, como si fuera ayer, que en mayo del 2021 la Conferencia Episcopal -representada por el cardenal Pedro Barreto- promovió la firma de una ‘Proclama Ciudadana’ entre los entonces candidatos Pedro Castillo y Keiko Fujimori. En ese acuerdo, ambos se comprometieron, especialmente, a luchar contra la corrupción.

Uno de los puntos decía textualmente: “Juro promover y proteger la lucha contra la corrupción, y no interferir la labor de investigación que realizan los organismos especializados tales como Fiscalía, Policía, procuradurías y Contraloría. Será prioritaria la lucha eficaz contra la inseguridad ciudadana, el terrorismo, el narcotráfico y el crimen organizado”.

El presidente Castillo, como ya todo el país lo sabe, no ha cumplido con ese compromiso. Todo lo contrario, ahora busca desactivar y obstruir a las entidades fiscalizadoras que lo investigan por ¡cinco casos de corrupción!

Hoy queda en evidencia que, cuando firmó ese acuerdo electoral, Castillo solo quería ganar las elecciones y conseguir adeptos burlándose y engañando a la Iglesia, cuyos representantes creyeron en él. Se trató de una ingenuidad, pues, en ese momento, ya se sabía que Castillo era un dirigente de izquierda radical y su plan de gobierno contravenía la Constitución y atentaba contra la libertad de prensa.

Ese no ha sido, por cierto, el único caso en el que Castillo sorprendió a los religiosos. En abril de este año, el presidente llamó repentinamente al cardenal Pedro Barreto a reunirse en Palacio de Gobierno. La sesión concitó la atención general en el país. La crisis política se había acentuado y ya se había cambiado a cinco gabinetes ministeriales.

A su salida, un emocionado y optimista Pedro Barreto dijo que el presidente haría “un cambio radical” en el rumbo de su gobierno. “Él es el que está iniciando ese cambio de rumbo radical”, anunció.

Castillo no cumplió con lo que ofreció. Peor aún, constituyó un gabinete ministerial más inepto y radical que los anteriores, y lo continúa haciendo hasta hoy.

El deslinde de la Iglesia ha sido tomado con agrado por la ciudadanía. Sin embargo, otro organismo que impulsó la ‘Proclama Ciudadana’, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, plagada de izquierdistas, no se ha pronunciado. Es tiempo de enmendar errores. Castillo es indefendible. Nos vemos el otro martes.

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