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Si perder a dos seres queridos en poco tiempo, uno de ellos por el , es bastante doloroso para un ser humano, el no tener la certeza de dónde y cuándo les dará una digna sepultura multiplica la tristeza, más en una ciudad como Nueva York, golpeada y desbordada ante la cantidad de fallecidos por el COVID-19. La historia se publicó en el New York Post.

El drama de Tamika Hall, una mujer de 45 años, residente del Harlem, en Nueva York, comenzó el pasado 8 de abril, cuando su abuela Virginia Rountree, de 89 años, falleció por la neumonía que produce el nuevo coronavirus.

Esta semana, Hall vio morir a su padre, Vivian Charles Wesley Hall, de 68 años, a quien a comienzos de año le diagnosticaron cáncer gástrico terminal en fase cuatro. Vivian recibía cuidados paliativos y su hija se había dedicado a cuidarlo a tiempo completo.

Cuando finalmente falleció su progenitor, Tamika Hall recordó lo difícil que fue, y es todavía, el encontrar a una funeraria en Nueva York con disponibilidad de recoger el cuerpo y brindar una digna sepultura, tal como lo había experimentado cuando su abuela murió.

“Meserole (una casa funeraria) se comprometió a llevársela (abuela), pero al día siguiente, descubrieron que la lista de espera de crematorios duraba dos semanas. Entonces me dijeron: ‘No tenemos suficiente espacio en el congelador aquí, y vamos a llevarla a la morgue de la ciudad’", relató la mujer a The New York Post.

Perplejos, Hall y su familia suplicaron que la abuela se quedara en la casa, un deseo que finalmente le cumplieron. Sin embargo, todavía está esperando la cremación.

En el caso de su padre, ella se había preparado para atenderlo en los últimos momentos de su vida. “Le administré su morfina, le cambié el pañal, le hice rodar de un lado a otro, le cambié las sábanas, le tomé la temperatura, todo”.

“Ni siquiera podía ser la hija en esta situación, tenía que ser la persona médica porque la hija se iba a desmoronar. Todas las mañanas me despertaba, lloraba por 20 minutos y luego pensaba, OK, ponte los pantalones. Tienes algo que hacer", continuó.

Cuando llegó el momento de partir del señor Vivian, Tamika sabía que se enfrentaría a situaciones que pondría a prueba su temple.

“Tuvimos que enderezarlo y atarle la cabeza para que no desarrolle rigor mortis porque no sabemos cuándo vendrá alguien”, expresó la hija desconsolada.

Muchos neoyorquinos no pueden darle sepultura a sus seres queridos por la cantidad de fallecidos que deja a su paso la pandemia del coronavirus. (Foto: AFP/Johannes Eisele)
Muchos neoyorquinos no pueden darle sepultura a sus seres queridos por la cantidad de fallecidos que deja a su paso la pandemia del coronavirus. (Foto: AFP/Johannes Eisele)

Pero Hall no tenía tiempo para lamentos. Durante el día se dedicó a llamar a las funerarias de manera frenética, aunque sin éxito.

“Una ni siquiera ha devuelto la llamada”, cuenta. “Otra dijo que no podían atendernos”. Al final, la funeraria de Benta, en Hamilton Heights, aceptó recogerlo. Pero aún así, no pudieron garantizar una cita debido a una enorme acumulación de clientes por el coronavirus

Tamika descartó la idea de llevar el cuerpo de su progenitor a la morgue de la ciudad por dos motivos: eso no le habría gustado a su padre y también por el temor de perder su rastro.

“Definitivamente no puedo arrojarlo a un remolque congelador, es inhumano. Si mi padre supiera que estuvo ahí, estaría furioso. Quiero decir que realmente estaría maldiciendo a alguien", indicó Hall.

“No quiero que lo atrapen en el sistema de la ciudad porque ¿qué pasa si lo llevan y, Dios no lo quiera, no podemos encontrarlo después? Es alucinante", agregó.

Hall, que tiene seis hijos de 7 a 20 años, había tomado precauciones, puesto que su padre era un paciente de cáncer en fase terminal, por ello había telefoneado con anticipación a las funerarias, pero ya era demasiado tarde.

“Llamé al menos a 25 funerarias diferentes en Nueva York y Nueva Jersey y ninguno de ellos podía aceptar cuerpos, porque todos estaban en capacidad”, dijo.

Ahora, Hall aún no puede llorar por la partida a sus familiares mientras espera la cremación de su padre y de su abuela.

“El proceso de duelo no puede comenzar hasta que esto se complete”, dice ella. “Solo quiero que descansen, pero no puedo”.


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