Este Búho observa con sus ojazos cómo el periodismo evoluciona constantemente. Cuando me inicié en este oficio utilizaba una pesadísima máquina de escribir Remington. Uno tenía que saber dónde colocarla, porque después era difícil moverla a otro lado. A los escribas de entonces, recuerdo, los dedos se nos arqueaban y se nos formaba una callosidad en la yema.

Entonces, para buscar información, uno tenía que caminar la calle, zambullirse en periódicos viejos, en libros, conversar con la gente. Debíamos tejer una red de contactos y endulzarlos con cervezas o almuerzos. Las redacciones bullían entre cigarros y botellas de cerveza, ron y pisco. Al filo del cierre de edición, los jefes carajeaban a sus redactores para después irse a las cantinas más cercanas a celebrar con ingentes cantidades de alcohol las primicias que lograban sus ‘cachorros’.

No voy a romantizar esos tiempos, tampoco diré que fueron mejores épocas. Simplemente son diferentes. Y así fue. Pronto llegarían las computadoras. Para los ‘dinosaurios’ significó el ‘meteorito’ que los extinguiría. Muchos no quisieron adaptarse. A pesar de que los empresarios de los medios de comunicación ofrecían cursos gratuitos para aprender a utilizar las novedosas máquinas, estos se resistieron. Grandes plumas y maestros del periodismo tuvieron que dar un paso al costado. Quienes optamos por ceder ante la vanguardia, reventamos cientos de teclados durante nuestro aprendizaje, pero aún hoy seguimos dando batalla en esta hermosa carrera. Pero lo que escribo ya es cosa del siglo pasado. Después llegarían los smartphones. Esos aparatos ‘inteligentes’ en donde en un clic uno encuentra información de todo el mundo, en todos los idiomas y en todas las plataformas, textos, videos, imágenes...

Aparatitos desde donde la noticia da la vuelta al planeta en cuestión de segundos. Como diría el gran Gabriel García Márquez, ahora no importa quién cuenta primero la noticia, sino quién la cuenta mejor. Después vendrían las redes sociales y los algoritmos de Google. Es una nueva era. En el diccionario de los periodistas se ha agregado la palabra SEO (Search Engine Optimization), herramienta tan importante, valiosa, elemental, indispensable en este nuevo milenio, porque si un periodista no la domina está condenado al fracaso.

En una entrevista reciente, el creador de la plataforma informativa Infobae, Daniel Hadad, le dijo al inmenso Jorge Lanata: ‘El que se adapta sobrevive, el que no se adapta se muere. Nosotros vivimos permanentemente en un estado de adaptación’. Asegura, además, que los algoritmos -podríamos decir, esos motorcitos de Google que hacen que una nota destaque sobre otra- han cambiado la manera de hacer periodismo, pero no su finalidad, que es sorprender, emocionar y hacer pensar al lector.

Cuando converso con mis jóvenes colegas, les recalco que es necesario levantarse de la silla, salir a la calle, ensuciarse los zapatos, pero tampoco está mal realizar entrevistas por Zoom, WhatsApp o acceder a la información que ofrece internet, siempre y cuando se trabaje con rigor y profesionalismo, se contraste y verifique.

En Trome la transformación digital empezó hace buen tiempo. Hoy nuestras ediciones impresas convergen con nuestras ediciones web. Van de la mano. Trabajamos conjuntamente para entregarle a nuestro lector información veraz y atractiva, no solo en el papel, sino en nuestra página web. Además de preocuparnos por ofrecer un texto riguroso, nos esforzamos por realizar productos audiovisuales de gran calidad.

Un ejemplo claro es el suplemento especial que presentamos con motivo del Bicentenario del Perú, un trabajo coordinado entre la mesa editorial del papel con la digital. Es lo que exigen estos tiempos y en lo que estamos enfocados. Tenemos un equipo de primer nivel y en constante capacitación. Y nuestros lectores nos respaldan, por eso seguimos siendo el diario más leído del país y una de las webs más vistas del momento y con mayor potencial.

Apago el televisor.


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