El Búho trae en su columna, Pico TV, el mejor análisis de lo que pasa a nuestro alrededor.
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Este Búho nunca imaginó que a casi treinta años de la captura del genocida Abimael Guzmán, estemos hablando de que algunos miembros del partido de gobierno tengan vinculaciones con organizaciones ligadas a Sendero Luminoso. Es algo increíble, pero cierto. Lo peor es que acabo de leer que muchos jóvenes desconocen todo el daño que le hizo al país este movimiento terrorista que causó alrededor de setenta mil muertes.

Creo que aquí debemos hacer una autocrítica, por no haber enseñado y alertado a las nuevas generaciones de lo que significan estos partidos marxistas, leninistas y maoístas que intentaron tomar el poder a punta de fusiles y ‘coches bomba’ para imponer un régimen totalitario. Este columnista vivió en carne propia el tiempo en que reinó la demencia genocida de Sendero.

Cuando iniciaron su lucha armada en mayo de 1980, muchos se rieron. Los llamaban abigeos. Pero ellos empezaron a instaurar un régimen de terror, primero en las comunidades más pobres de las alturas iquichanas, luego en ciudades como Ayacucho y posteriormente por todo el país, sobre todo en Lima, donde iniciaron ‘el gran salto del campo a la ciudad’. También en las universidades. Fue una ‘guerra silenciosa’ la que también llevamos los universitarios sanmarquinos que nos opusimos a las huestes del ‘camarada Gonzalo’. La capital comenzó a vivir el infierno que había empezado en Ayacucho.

Primero, el terrorismo urbano a lo Pablo Escobar, con matanza de policías a sangre fría, ya sea en mercados, esquinas, puertas de bancos, a traición, solo para quitarles el arma y desmoralizar a las fuerzas del orden. Decenas de hogares de policías fueron enlutados y eso lo cuento para que los jóvenes de hoy conozcan la heroica función que cumplió la Policía Nacional en la lucha contra el terrorismo.

Después de matar a anónimos guardias, pasaron a asesinar a dirigentes políticos, como el que fuera ministro de Trabajo, Orestes Rodríguez, o el tristemente célebre ‘Búfalo’ Pacheco, al que encima dinamitaron. Del mismo modo, a la lideresa popular de Huaycán, la izquierdista Pascuala Rosado, y también a la ‘Madre Coraje’ de Villa El Salvador, María Elena Moyano. Recuerdo que a finales de los ochenta eran comunes los estallidos de ‘coches bomba’ en cualquier punto de la ciudad, matando a muchos civiles. Y los apagones hasta en la noche de Año Nuevo.

En los noventa llegaron a San Marcos. Cantaban: ‘¡Salvo el poder, todo es ilusión. Conquistar los cielos con la fuerza del fusil!’. Muchos estudiantes tuvieron que abandonar la universidad por sus amenazas. Este columnista se refugió en el periodismo, donde me vi cara a cara con el peor rostro del terrorismo. El de los crueles asesinatos. Íbamos a mercados donde veíamos cadáveres de policías ejecutados de un balazo en la cabeza, cuerpos acribillados de generales, almirantes, empresarios, dirigentes de izquierda, ecologistas como la recordada periodista de El Comercio, Bárbara D’Achille. Nuestra juventud no la tuvo fácil.

Hoy, cualquiera tiene celular, cable, Internet y hasta te llaman y ruegan para ponerte el servicio. Solo han sido golpeados por esta pandemia mundial y la crisis económica. En las décadas en que Sendero Luminoso instauró el terror, no había estas ventajas de las que hoy gozan los bravos muchachos, como el Metropolitano, el tren eléctrico, la laptop o Google.

El maldito terrorismo dejó más de setenta mil muertos en el país, la mayoría población civil. Felizmente, aquel 12 de setiembre de 1992 los heroicos policías de Inteligencia del GEIN capturaron en una casa de Surquillo al ‘Cachetón’ Abimael Guzmán y su pareja Elena Iparraguirre o ‘Miriam’. Hay que valorar la democracia y luchar por ella porque -pese a sus defectos- es el sistema que nos permite vivir en libertad y progresar.

Apago el televisor.


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