Este Búho no se explica cómo en un país donde nos dividen muchas cosas, tratamos de ‘bajar la llanta’ a las pocas que nos unen y que nos transmiten un clima de paz y solidaridad. Y una de esas pocas cosas es la visita de un Papa a nuestro país. Nunca olvidaremos las dos que Juan Pablo II realizó al Perú en épocas convulsionadas. La primera, en febrero de 1985, con un segundo gobierno de Fernando Belaunde jaqueado por la barbarie terrorista de Sendero Luminoso, mientras que la segunda se dio en 1988, durante el gobierno de Alan García, en plena hiperinflación y con Sendero extendiendo ‘su guerra al Estado’, desatando sus asesinatos y coches bomba. Las palabras de Juan Pablo II en la plaza de Huamanga, Ayacucho, una ciudad sitiada por el terrorismo asesino, pasarán a la historia por su valentía, porque el Papa impuso su decisión de visitar esa zona en contra de la recomendación de sus asesores. Allí, a sabiendas que entre el público había asesinos terroristas esperando alguna oportunidad para atentar contra su vida, dirigió este mensaje a los senderistas: ‘Cuando una ideología apela a la violencia, reconoce su propia debilidad. ¡Cambiad de camino, aún estaís a tiempo!’. Fue una inyección de ánimo a la población ayacuchana, que vio que el Santo Padre estaba con ellos. Lo mismo sucedió en Arequipa, Iquitos y Cusco.

Este Búho, en un caluroso sábado de febrero de 1985, asistió al hipódromo donde fue el multitudinario encuentro de Juan Pablo II con los jóvenes del Perú. Allí pude comprobar lo perfectamente organizada que está la Iglesia Católica. Todos los asistentes tenían sus entradas distribuidas desde las bases, es decir, las parroquias vecinales. En ese tiempo vivía en la Unidad Vecinal de Mirones y había pertenecido de adolescente al grupo scout de la parroquia San Pío X. El padre Juan me dijo: ‘Toma dos entradas para que escuches al mensajero de Dios’. Y asistí con mi enamoradita de la universidad, Anita. Fue una experiencia increíble. Se tenía que llegar con polo blanco, jeans y zapatillas, y llevar agua y galletas. Había baños portátiles y estanques para solicitar agua o primeros auxilios. Todo el hipódromo estaba entrelazado por estos armazones como si fuera una colmena de abejas. Fueron varias horas que los jóvenes esperamos hasta la llegada del Santo Padre.

Fue el único acto multitudinario del Papa en Lima. En 1988, lo hizo en la explanada del Centro Comercial Plaza San Miguel. La Iglesia Católica, también aquella vez, confirmó que tiene una perfecta organización, y lo mismo se repetirá el próximo 21 de enero, día de la misa multitudinaria. Por eso no entiendo cómo un funcionario de segundo nivel del Ministerio del Interior se atrevió a mandarse diciendo que ‘la misa del no se va a realizar en la Costa Verde por un tema de seguridad’. ¿Por qué opina sobre temas que no le incumben, en vez de estar persiguiendo a los crueles ‘marcas’, ‘raqueteros’ y a las bandas de narcotraficantes que ‘preñan’ con drogas los contenedores en el Callao ante las narices de todos? Francamente, uno no sabe qué pensar con el gobierno de PPK. El pueblo católico felizmente cerró filas en torno a la organización de su Iglesia e irá a escuchar al Sumo Pontífice, sea en la Costa Verde o en el lugar que escojan los representantes del prelado y los de la Comisión Oficial del Gobierno. A los desubicados que quieren ganar pantalla lanzando ‘bombas de humo’, habría que recordarles: ¡A la iglesia se le respeta! Apago el televisor.

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