La amenaza de Putín

MIRA: Pedro Castillo, Hernán Condori y otros, hoy en ‘Picotitos’ de El Búho

EL INCIO DEL CONFLICTO RUSIA VS. UCRANIA

El conflicto se inició en el este de Ucrania en el 2014, donde estalló una guerra entre el ejército ucraniano y separatistas prorrusos, apoyados por Moscú. A un mes del comienzo de las hostilidades, Rusia, sin consultar, sin un aviso previo, con un Putin reencarnándose en Hitler cuando invadió Polonia en 1939, ordenó a sus tanques invadir la península ucraniana de Crimea. Todo el mundo, incluida la Organización de las Naciones Unidas, condenó dicha invasión, pero la comunidad internacional sigue considerando a Crimea como parte de la soberanía ucraniana. El conflicto dejó más de 14 mil muertos en ambos bandos -tanto militares como civiles- y se encuentra ahora en estado congelado porque Rusia no cumple con los Acuerdos de Paz de Minsk.

Vladimir se ha convertido en un peligro para la paz mundial y ha llevado las relaciones entre su país y Estados Unidos a un punto ‘crítico y peligroso’. Un delirante Putin mantiene más de 140 mil soldados a lo largo de la frontera con Ucrania y la comunidad internacional analiza la situación: ‘Más que una posición defensiva se ve más bien un posible plan de ataque ruso contra Ucrania’, declaró un general norteamericano de la OTAN. Mientras que Vladimir se defiende diciendo que es su ‘derecho soberano’ colocar a su ejército a las puertas de otro país, pero amenaza que reaccionará con ‘dureza’ en caso de medidas ‘inamistosas’ de los países occidentales. Léase a que se coloquen misiles en Ucrania que miren hacia Rusia, algo que le quita el sueño. Así es Putin. Sin medias tintas ni pelos en la lengua.

¿QUIÉN ES VLADIMIR PUTIN?

El presidente ruso nació en el seno de una familia humilde en 1952, en la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en la entonces gran ciudad de Leningrado, hoy San Petersburgo. Chancón, ambicioso, se recibió de abogado y luego fue reclutado por el todopoderoso KGB, la agencia de espías, y lo mandaron a Alemania Oriental. En Dresde, se desmoronaba el régimen comunista oriental y las revueltas arrasaron con los agentes del KGB, siendo asesinados la mayoría de sus colegas, y Putin se salvó huyendo astutamente, pero aprendió la lección y adoptó una filosofía: ‘Los agentes secretos también deben tener el control político’. Con ese rollo llegó a Moscú a trabajar en la política, aprovechando la Perestroika, pero siempre con perfil bajo con un ejército de antiguos agentes del KGB leales, que sirvieron primero a un presidente inepto y alcohólico, Boris Yeltsin, quien creyó que utilizaba a Putin y lo nombró director del Servicio Federal de Seguridad. Encabezó la ‘segunda guerra chechena’, que acabó a sangre y fuego con los independentistas y lo volvió un político popular y temido. Ese año 1999, Yeltsin era como un fantasma que penaba en el Kremlin, solo y con su botella de vodka. En Año Nuevo, ebrio de alcohol, frustración y debilidad, se vio obligado a dimitir y, como mandaba la Constitución, le entregó a Vladimir Putin la banda presidencial. Al año siguiente, ya con todo preparado, ganó las elecciones con el 52 % de los votos. Se iniciaba ‘su era’ para reconstruir la nación, claro, a sangre y fuego. Así reconstruyó la economía basada en la bonanza del petróleo. Además, logró, contra todo pronóstico, que su país fuera sede del Mundial de Fútbol en el 2018. Pese a que odia hablar de su vida privada, solo se sabe que es divorciado y se muestra con sus dos hijas. Compite en campeonatos de judo, es cinturón negro y es declaradamente antigay. Promovió -y aprobó- una ley para prohibir ‘la apología a la homosexualidad en los medios de comunicación’. Inclusive, cuando el director norteamericano Oliver Stone le preguntó en un reportaje si estando sumergido en un submarino, ¿entraría a las duchas donde se bañaba un gay?, Putin respondió disgustado: ‘¡Nunca! Para qué voy a provocarles, si yo soy cinturón negro de judo’. Apago el televisor.

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