'Veguita', 'el último librero de Lima'. (Internet)
'Veguita', 'el último librero de Lima'. (Internet)

El fotógrafo Gary llegó al restaurante por su tallarín saltado con carne y su jarra de emoliente con linaza calientito para bajar la grasita. “María, llegué al periódico tempranito y me encontré con mi amigo, el legendario periodista ‘El Sonámbulo’. Lo vi repasando un video y haciendo unos apuntes. ‘Es que hoy llegan mis alumnos, los estudiantes de Periodismo y estoy preparando mi charla’, me dijo.

‘Muchachos, un periodista que no lee novelas, poesía o no se culturiza viendo buenas películas o series, es como un carro sin gasolina. No avanza. En mi época con Jorge ‘El Negro’ Salazar, Christian Vallejo y otros eruditos colegas, recibíamos la visita de ‘Veguita’, el legendario vendedor de libros, a quien vacilábamos llamándolo ‘El Sobaco Ilustrado’, porque llevaba las grandes obras bajo el brazo, pero no las leía, solo su axila estaba en contacto con la cultura, pero no era cierto. ‘Veguita’, sí leía.

En esa época, en las redacciones había poetas, aspirantes a escritores y periodistas que leían muchas obras literarias. Gente muy culta. ‘Veguita’ era un chorrillano que se levantaba a las seis de la mañana y de frente se metía un chapuzón en la playa ‘La Herradura’, luego se iba a comer su chilcano y su cebiche al muelle de ‘Los pescadores’. Y después se dirigía a las casonas de Barranco y Miraflores. Allí convencía a los herederos de esas casonas a que le vendan los libros de las bibliotecas de sus abuelos ya fallecidos.

Los jóvenes, ignorantes de los tesoros que albergaban les vendían los libros al peso, para drogarse. Así, ‘Veguita’ como poseído iba escogiendo joyas de la literatura universal y peruanas, en primeras ediciones. Las cargaba en una mochila. ‘Mañana regreso’, decía.

‘Yo nunca dejé de ser pescador. Antes pescaba peces, ahora pesco libros’, nos explicaba. Llegaba a la puerta de los diarios y los guachimanes lo dejaban ingresar sin dejar documentos. Primero iba a la oficina del director a darle la ‘carnecita’. Le pagaba bien. A los redactores nos daba los libros y pasaba las quincenas y fines de mes para cobrarnos.

La última vez que vi a ‘Veguita’ estaba flaco. Eran los últimos años del gobierno del ‘Chino’ Fujimori y el ‘Doc’. Muchos de los hombres de prensa, directores antiguos, sus grandes clientes, o se habían retirado o los diarios se habían vuelto adictos al régimen y habían sido despedidos.

‘Sonámbulo’, ya no me dejan ingresar a los diarios. A los directores y periodistas de esos ‘diarios chicha’ no les interesa la lectura. Ahora los que ingresan como en su casa son los ‘cafichos’, que les ponen a las vedettes de moda y los ‘dealers’, que les llevan su maldita ‘cocaleca’. Ya los periodistas no leen, por eso se han vuelto ‘mermeleros’.

‘Veguita’ murió y tuvo un gesto muy noble. Antes de fallecer, le dijo a un vecino que llamara a un joven periodista que era uno de sus últimos clientes y le obsequió sus libros: ‘Compártelos con los periodistas lectores, son la salvación de esta noble profesión’. Cuando ‘El Sonámbulo’ terminó su charla, la chica bonita de lentes había derramado una lagrimita”. Pucha, ese señor es un verdadero maestro. Me voy, cuídense. 

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