Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un arroz con mariscos y sus cremitas, ensalada criolla y, para tomar, una chicha morada fresquecita.

Me agradó el informe porque, aparte de arrancarme una sonrisa en estos tiempos tan complicados, al mismo tiempo me hizo reflexionar sobre los problemas que miles, millones de peruanos, pasan día a día para ganarse unos soles de manera honrada. La calle está dura y los que tienen un trabajo seguro, formal, están bendecidos.

Los que no, como los taxistas, por ejemplo, tienen que lucharla de sol a sol, enfrentando el tráfico brutal de la ciudad en busca de pasajeros. La presión que estas personas soportan a diario es enorme porque tienen que salir a buscárselas a esa selva de cemento que son las ciudades. Además de las preocupaciones por los hijos, por la buena marcha del hogar, por las deudas, deben soportar la presión de hacer el suficiente número de carreras para pagar el alquiler del carro o, como el caso del ‘Gareca peruano’, pagar las cuotas del taxi porque sino te lo bloquean y ya no puedes seguir trabajando.

Con lo que las deudas se te acumularán y todo se puede convertir en una verdadera pesadilla. Luego, hay que sacar para el combustible, algún arreglo que necesite el carro y al final la ganancia del día, que es para mantener el hogar. Encima, hoy los taxistas están padeciendo más que nunca, pues el abusivo aumento del precio del gas licuado de petróleo, el GLP, reduce sus ingresos de forma alarmante.

Lo mismo pasan innumerables peruanos dedicados a otras actividades. Ahí están los vendedores ambulantes, que son desalojados como si fueran delincuentes. Tienen que huir con su mercadería porque sino los serenos se la quitan y después a ver si la pueden recuperar.

Las chicas que trabajan en los grifos poniendo combustible a los vehículos, incluso de madrugada, siempre me han causado admiración. Muchas son jóvenes estudiantes y otras mamitas solteras que trabajan en extenuantes turnos para ganar un sueldo modesto pero honrado con el cual mantienen a sus hogares. Mis respetos para ellas.

Así como para las que cortan cabello, arreglan uñas, venden en los mercados, los que cargan paquetes, los mototaxistas, en fin, para todos esos peruanos que se sacan la mugre para llevar un pan bien ganado a las mesas de sus hogares. Todos ellos deben recordar que son un ejemplo para sus hijos y, por eso, deben seguir luchando de forma limpia”.

Gary tiene mucha razón. Me voy, cuídense.


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