Esta vez la reunión de Pancholón y sus amigos fue por Zoom.
Esta vez la reunión de Pancholón y sus amigos fue por Zoom.

El Chato Matta llegó al restaurante por un chilcanito de cabeza de bonito y su combinado de cebichito con calamar. “María, recibí la llamada urgente de Pancholón. Bien serio me dijo: ‘Chato, a las ocho tenemos una ‘roneada’ por Zoom, hay que respetar los protocolos. He invitado solo a mis causas, círculo cerrado, y no a largadores ni ‘zapatos rotos’.

Estarás tú, mi chochera el ‘Frank Sinatra del Lawn Tennis’, y los abogados del Callao con Calulo a la cabeza. Cada uno en su casa. A todos les haré llegar sus botellitas de ron X0 con su Coca Cola’. Esa noche Pancholón hizo un brindis por el empate de Perú ante Paraguay.

‘Ya estoy ahorrando para irme al próximo Mundial de Qatar. Pero no creo que supere la felicidad, los amores que viví en Rusia 2018. Sobre todo con mi amor, mi rusita Irisa’. Los abogados del Callao, ya picaditos, preguntaron: ‘Cuenta Panchito, más detalles’.

'Bueno, yo llegué a las playas de Sochi, en el Mar Negro, en plan ganador, con mi espectacular parlante bluetooth, mi bermuda, mi camiseta blanquirroja, mis lentes de sol y coloqué una tremenda salsa de Zaperoko, ‘Mala mujer, no tiene corazón’, y ensayé mis mejores pasos de baile en la arena, recordando mis mejores madrugadas en ‘La Furia Chalaca’, ‘La Ensenada’ y ‘La Ley’.

En eso vi que una rubia de ojos cielo y con una tanguita de infarto me miraba entre sonriente y curiosa. Al toque saqué mi celular última gama y puse mi aplicación ‘diccionario ruso-español’, me acerqué y le dije en ruso: ¿Bailas? El mujerón enrojeció y la gente me hacía barra.

Ella sonrió y salimos al ruedo. Me convertí en Jim Carrey en ‘La Máscara’, enamorando a la mamacita de Cameron Diaz a punta de aparradas en la pista de baile. Le agarraba la cinturita y más abajo aún, y la rubia era pura risita coqueta. Le susurraba al oído la única palabra que había aprendido para piropear rusitas: ‘krasota, krasota’ (belleza, belleza) y le di un besito en la orejita y la muñeca se estremeció.

‘Te voy a narrar el final imaginario de la Copa del Mundo entre Perú y Rusia: Ya se va mi Perú, dominando balón Pancholón, empieza a correr, empieza a picar, pasa la media cancha y aparece una linda rusa y le comete infracción, una plancha directa al corazón, y Panchito cae al suelo, la miraaaaa y se enamoraaaaaa... ¡¡goooollll!!’.

Mi narración se la traduje al ruso y la hermosura me gritó: ¡¡Viva el Perrrú!!', me dio un chape y me invitó a su departamento. En el dormitorio dejé en alto el nombre del Perú con mi ‘salto del chanchito’, que hizo que sus gritos se escuchen hasta la Siberia.

Los problemas comenzaron cuando ella, que trabajaba en un banco, me dijo: ‘Panchito, quédate en mi departamento, para que todas las noches me relates más partidos, pero que tengan muchos goles’.

Era insaciable. Yo le canté la firme: ‘Mi amor, ya estoy en base cinco y solo te puedo relatar partidos los fines de semana’. La rubia se convirtió en la ‘leona loca’ exigiendo que la dejen coja.

Al final se salió con su gusto y acabó el Mundial, pero me tuvo ‘secuestrado’ un mes más y me tuve que escapar sin despedirme. En Lima cobré feo. Un ‘zapato roto’ me grabó besuqueándome de lo lindo en una discoteca y subió el video. Perdí por goleada. Mi mujer me botó y tuve que alojarme en la casa de playa de mi chochera ‘Frank Sinatra del Lawn Tennis’”. Pucha, ese Pancholón es un cochino y sinvergüenza, y todavía lo pregona. Me voy, cuídense.



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