Escritor español Arturo Pérez Reverté. (Foto: Getty Images)
Escritor español Arturo Pérez Reverté. (Foto: Getty Images)

Este Búho acaba de devorar ‘El italiano’ (2021), la notable novela del escritor español Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, España, 1951). Me hice adicto al narrador hispano desde que leí su novelón ‘La reina del sur’ (2002). Según la leyenda, Pérez-Reverte, periodista y corresponsal de guerra durante veintiún años antes de convertirse en novelista, ya siendo escritor fue contratado por una revista española para que viajara a Sinaloa, México, a realizar una serie de reportajes sobre los carteles de la droga y la participación de una mujer como cabecilla: Sandra Ávila Beltrán.

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Una bella joven cuya familia se dedicaba al narcotráfico y cuyo tío era un ‘capo’. Ella se casó con dos comandantes de Policía que se volvieron narcos y murieron acuchillados. A Sandra la capturaron en un barco con nueve toneladas de cocaína junto a su nuevo marido, otro narco. A ella la apodaban ‘La reina del Pacífico’. Arturo realizó un extraordinario trabajo en Sinaloa, logrando verdaderas primicias, por ser invitado a las casas de varios ‘capos’. Al sopesar su gran material, que trascendía lo periodístico, decidió devolver la plata que le había adelantado la revista y se lanzó a publicar una novela. De esa forma nació ‘La reina del sur’, la historia increíble de Teresa Mendoza, tremenda líder de un cartel en España, inspirada en Sandra Ávila Beltrán.

En ‘El italiano’, la protagonista es otra vez una mujer y como en muchas de sus novelas comienza con una imagen: al clarear el día, en la playa desierta, la protagonista, Elena Arbués, encuentra a un hombre mientras a lo lejos un barco arde en llamas. El encuentro lo define magistralmente Reverte: ‘El perro lo descubrió primero. Corrió hacia la orilla y se quedó olfateando y moviendo el rabo mientras gruñía con suavidad junto al bulto negro, inmóvil entre la arena y el agua color de nácar que reflejaba la primera claridad del día. El sol no sobrepasaba aún la sombra oscura del peñón, proyectándola en la superficie de la bahía silenciosa y quieta como un espejo, salpicada por los barcos fondeados que apuntaban sus proas hacia el sur. El cielo era azul pálido, sin una nube, solo marcado por la columna de humo que ascendía cerca de la embocadura del puerto; allí donde un barco, alcanzado durante la noche por un submarino o un ataque aéreo, había estado ardiendo toda la madrugada.

—¡Argos!… ¡Ven aquí, Argos!

Era un hombre. Lo comprobó mientras se acercaba, con el perro correteando ahora entre ella y el bulto inmóvil, como si la invitase gozoso a compartir el hallazgo. Un hombre vestido de caucho negro mojado y reluciente. Estaba tumbado de bruces en la orilla, el rostro y el torso en la arena y las piernas todavía en el agua, cual si se hubiera arrastrado hasta allí o lo hubiera depositado la marea. En la cintura llevaba sujeto con correas un cuchillo, en la muñeca izquierda, dos extraños y grandes relojes, y en la derecha un tercero. Las agujas de uno de ellos marcaban las 7 y 43...’.

Elena es una mujer con gran cultura clásica y tiene una librería llamada ‘Circe’ (como la hechicera de la mitología griega). Ella compara su encuentro con el desfallecido con un capítulo de la Odisea, cuando Ulises casi medio ahogado llega a la costa de la Isla de Itaca. Y hará del buceador, el suboficial italiano Teseo Lombardo, su héroe y su amor. Él, según el novelista, es ‘ese hombre con el que sueñan las mujeres mientras sus maridos duermen: un tipo guapo, sencillo, honesto, inocente, limpio, que incluso no habla ni lee, es primitivo e ingenuo que solo piensa en cumplir con su deber en la guerra de sabotaje contra los ingleses en Gibraltar (“hasta su sudor olía a limpio”, llega a decir ella)’.

Es la protagonista la que convierte en héroe a Teseo, con su mirada experta en las lecturas de los poetas griegos. Pero al final será la sencilla librera la que se atreverá a más. Ella, la que tiene sus propios motivos para guerrear contra el inglés, será más atrevida, no le rehuirá a la aventura y ejecutará acciones más heroicas que su amado. Será la heroína y protagonista de la historia.

En la novela, Pérez-Reverte deja de lado el ver el amor de manera tan amarga como la vida, como lo hizo en otras obras, y por el contrario deja que el verdadero amor, aunque suene a cliché, salga victorioso. Porque aquí hay una gran novela romántica, pero también otras historias: por un lado, la verdadera guerra. La que se libró en los años 1942 y 1943 durante la Segunda Guerra Mundial, donde los kamikazes italianos, los buzos con sus torpedos tripulados por los integrantes de la legendaria ‘Décima Flottiglia’, los llamados ‘Diablos del mar’, que ingresaban subrepticiamente a los puertos británicos, flotaban en sus torpedos con asientos hasta un punto en el que se hundían y los dirigían hacia sus objetivos; así llegaron a hundir 14 barcos ingleses. A ese legendario grupo de torpederos pertenecía Teseo. Y por el otro, el tiempo de la investigación periodística del propio Pérez-Reverte que servirá para su material de la ficción.

Pese al título de la novela, la trama se centra en la mujer. Una mujer de armas tomar que se enamora de uno de los buceadores itálicos, pero que tiene su propia agenda en la guerra contra el inglés. Si uno pensaba que el autor no podía retratar una heroína del calibre de Teresa Mendoza en ‘La reina del sur’, se equivoca. Un personaje tan extraordinariamente intenso como el de la librera Elena Arbués, la coloca a la vanguardia del selecto grupo de protagonistas femeninas que tienen las novelas de un autor con más de veinte millones de libros vendidos. ‘El italiano’, entre el amor y la guerra, es altamente recomendable. Apago el televisor.

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