El Búho compartió su opinión sobre el libro de Julio Cortázar, 'Bestiario'. (Foto: Wikimedia)
El Búho compartió su opinión sobre el libro de Julio Cortázar, 'Bestiario'. (Foto: Wikimedia)

Este Búho se sorprende de cómo pasa el tiempo. Este 2021, segundo año de la maldita pandemia del , se conmemoran los ¡70 años! de la publicación del primer libro de cuentos del gran ‘Bestiario’ (1951). Algunos eruditos me dirán: ‘Búho, pero antes había escrito una obra de teatro y un poemario’. Sí, pero lo hizo con el seudónimo de Julio Denis.

‘Bestiario’ fue el primer libro que publicó con su verdadero nombre. Tal vez porque ya se sentía seguro de que esta obra había pasado los límites del entusiasmo juvenil, las dudas que invaden los primeros intentos, los temores de la ‘ópera prima’. Y vaya que no se equivocó.

‘Bestiario’ marcaría un antes y un después para el género del cuento latinoamericano y, por qué no decirlo, mundial. Pues, si bien los nombres, calles o barrios se pueden identificar con su Argentina natal, las situaciones absurdas, claustrofóbicas, terroríficas o irónicas pueden darse en cualquier espacio o lugar, como las ficciones de o los relatos de Franz Kafka.

Lo único bueno -si podemos decir que algo de bueno nos trajo este virus diabólico- es que en los aciagos días del confinamiento obligatorio del ‘Lagarto’ Vizcarra, sin la posibilidad de salir a comprar libros, nos volvimos relectores de las obras de la biblioteca. Uno comenzó a buscar las publicaciones abandonadas en cajas, en estantes y descubrir con placer que muchas no habían envejecido con los años y el abandono, como ‘Bestiario’.

Esos ocho relatos me hicieron volver a ingresar a ese mundo increíble y absurdo del argentino. En la locación del fantástico cuento ‘Casa tomada’, que hoy me parece que sería un perfecto guion para un filme de David Cronenberg o David Lynch. Pensaba en la pareja de hermanos del relato, que vive en una gran casa, sin preocupaciones que no sean la limpieza de la tremenda mansión, pero sin qué, ni por qué, alguien o ‘algo’, porque el autor no especifica quién en realidad está ‘tomando’ la casa, por partes, sin que ellos puedan evitarlo. Empiezan a perder partes de la mansión, hasta quedar reducidos a un ambiente y al final deben aceptar la derrota total. Abandonarla. Es un cuento perfecto.

TROME |  Pedro Castillo abandonó La Casa del Maestro cuando ocurrió el fuerte sismo en Lima
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El mismo cuentista confesó que ‘por ese tiempo atravesaba una severa neurosis’. Dijo que ‘Casa tomada’ fue concebida después de tener una extraña pesadilla: “Soñé que estaba en una enorme y luminosa casa, pero algo siniestro, que no podía identificar, me estaba persiguiendo”. Contó que se llenó de miedo, se sintió amenazado por ruidos lejanos y ecos del pasado. Y él, al igual que en el cuento, huía por las habitaciones de esa casa desconocida hasta llegar a la calle, tal como finaliza el célebre relato.

‘Bestiario’ es un puñado de ocho perfectas obras maestras unidas por un hilo conductor. Lo absurdo, lo increíble, lo incomprensible, lo cotidiano, son colocados en una licuadora porque no es una ensalada cerebral. Es un coctel explosivo, donde Julio licúa sus obsesiones, sus fobias, su inconsciente, sus traumas (por esa época asistía a sesiones de psicoanálisis debido a sus crisis nerviosas) y nos entrega un producto que va directo a tu cerebro y, definitivamente, ya no serás el mismo.

JULIO CORTÁZAR

‘Casa tomada’, ‘Carta a una señorita en París’, ‘Lejana’, ‘Ómnibus’, ‘Cefalea’, ‘Circe’, ‘Las puertas del cielo’ y ‘Bestiario’ son las ‘joyitas’ de este primer libro del tremendo escritor nacido en 1914, en Bruselas. Llegó al mundo en esa ciudad por accidente, pues su padre era funcionario del Consulado argentino. A los 4 años fue a Buenos Aires. En primaria leía demasiado, como era de esperar de un futuro escritor, pero esta aparente genialidad no fue bien vista por el director de la escuela primaria, que le dijo a su madre: ¡Que le racionen los libros!

A los nueve años ya había leído a Julio Verne, Víctor Hugo y Edgar Allan Poe. Su infancia la vivió en Banfield, una zona de clase media acomodada, pero él no disfrutó esa época. Su padre había abandonado a su madre y había desgraciado el hogar porque nunca más lo volvería a ver. Los libros fueron su tabla de salvación. Varias décadas después analizó esa etapa de su vida. “Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha, al mismo tiempo, fue el no aceptar las cosas como me eran dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra ‘madre’ era la palabra ‘madre’ y ahí se acaba todo.

Al contrario, en el objeto ‘mesa’ y en la palabra ‘madre’ empezaba para mí un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba. En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas”.

‘Bestiario’ lo hizo conocido y su prestigio se incrementó con su mejor reunión de cuentos: ‘Final del juego’ (1956), donde se incluye el extraordinario relato ‘La noche boca arriba’, que lo consagró como uno de los mejores exponentes del cuento a nivel universal. Apago el televisor.

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